(English below)
Me pregunta Lina, mi terapeuta, de qué huyo viviendo en el extranjero.
Hay una parte de verdad en esto, estoy huyendo de algo, seguramente de la planicie, de lo previsible, de lo conocido. Pero también estoy huyendo del miedo a “ser normal”. Es una huida interna y externa.
Pero no es ése el principal motivo. Vivir en el extranjero me enriquece, me da de tortas, me alucina, me pone contra las cuerdas, me trae felicidad, me hace crecer, conocerme y conocer. Quedarme en lo ya conocido, no estar expuesta a nuevas forma de pensar y hacer, a cosas nuevas, incluso en sus aspectos más cotidianos, me empobrece, me mata.
No poder desarrollarme más porque el entorno no acompaña, eso es lo que sentía en Huelva desde que era pequeña. Ni siquiera sabía quién era yo, qué identidad tenía aparte de la amalgama que éramos mis hermanas y yo, las niñas. Ahora tampoco lo sé, pero al menos he vivido varias Otilias hasta ahora, y voy cogiendo y descartando. Mix and match.
En Sevilla empecé a ser yo, fuera ya del yugo familiar de días monótonos donde no había ninguna emoción ni aventura, nada que descubrir o explorar, sólo predecible linealidad, que si bien te mantenía fuera de problemas, también te iba extinguiendo. En Sevilla empecé a darme cuenta de todo el tiempo que tenía que recuperar por haberlo perdido en mi infancia y adolescencia inertes. Esa sensación de estar atada a una contrarreloj no me ha abandonado desde entonces, y es hora de que lo haga. Estoy en ello.
Cuando volví a Huelva me desarrollé hasta donde la ciudad me permitió antes de convertirme en un personaje, en una máscara tan fácil de llevar: la periodista de cultura cuya escritura era original, y escribía sobre vampiros, magia y monstruos...empecé a asfixiarme. Y me fui.
Hay una parte externa y una parte interna en esta voluntad de vivir fuera: la interna es, sí, sentirme y ser percibida como “diferente”, quizás querer sentirme ridículamente “superior”, porque mi autoestima tiene tantos huecos que ser la persona que vive fuera puede camuflar.
La parte externa refleja mi propia extrañeza en el paisaje que me rodea, y en esto encuentro familiaridad. Simplemente, me siento bien en otras culturas, aprendo de ellas y de mí, me reinvento, me siento ridícula, me siento agradecida, me reconstruyo y reconstruyo para entender otras perspectivas, explorar y explorarme, exponerme a situaciones diversas: así voy siendo yo misma, poco a poco, cogiendo un poco de lo que aprendi aquí y otro poco de lo que aprendí allá. No es un proceso fácil, cada vez menos, requiere enfrentar muchos demonios (hola, soledad), usar mucha energía para construir desde cero cada vez. No es fácil, pero siempre me pareció más difícil quedarme.
Lina, my therapist, asks me what I am running away from by living abroad.
There is a part of truth in her approach, I am fleeing from something, probably I am escaping the plain, the predictable, the known. But I'm also running away from the fear of "being normal." It is an internal and external flight.
But is not the main reason. Living abroad enriches me, slaps me on the face, keeps me on my toes, brings me happiness, helps me growing and getting to know myself, or simply know. Staying in what is already known, not being exposed to new ways of thinking and doing, to new things, even in their most daily aspects, impoverishes me…it kills me.
Since I was pretty young I felt choked by the atmosphere in my little town in Spain. The environment didn’t support my growth. I didn't even know who I was, what identity I had apart from the amalgamation of my sisters and I, “the girls”. I still don’t know who I am, but at least I've lived through several Otilias up to now, and I'm picking up and discarding. Mix and match.
When I moved to study in Seville, I began to be me out of the family yoke of monotonous days where there was no emotion or adventure, nothing to discover or explore, only predictable linearity, which kept you out of trouble, and basically out of live also. In Seville I began to realise all the time I had lost in my inert childhood and adolescence, and felt I had to recover this time. That feeling of being tied to a countdown hasn't left me ever since, and it's time it does. I'm on it.
When I returned to town after university I felt I could develop as much as the city allowed me before becoming a character, an easy mask to wear: the culture journalist whose writing about vampires, magic and monsters was original and funny…it was easy to see the sit that that mask was saving for me in that small town. I began to suffocate. And I left.
There is an outerpart and an inner part in this will to live outside: the inner part is, I have to admit, feeling and being perceived as "different", perhaps wanting to feel ridiculously "superior", because being the person that lives abroad can cover up for a self-esteem full of holes.
The outer part reflects my own strangeness in the landscape around me, and in this I find familiarity. I simply feel good in other cultures, I learn from them and from myself, I reinvent myself, I feel ridiculous, I feel grateful, I rebuild and rebuild myself to understand other perspectives, explore and explore myself, expose myself to different situations: this is how I keep being myself , little by little, taking a little of what I learned here and a little of what I learned there. It is not an easy process, is becoming more difficult, it requires facing many demons (hello, loneliness, hi isolation), using a lot of energy to build from scratch each time. It's not easy, but I always found it’s harder to stay.
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